huertero

Olor a Madrid

Tenue llovizna que levantas el vaho de estas circulares baldosas del deseo, también las expectativa de germinar un amor en el estrecho del dolor...

Un pasillo amplio da con las ventanas enajenadas en las miradas de los gritones grillos decolorados.

El agua recorre las grietas de cada enfilada maceta abandonada en la cornisa...

Se quien anda, se quien cocina mis palabras; reguero de aceite...

Tu persiana permanece cerrada, nadie ha alquilado tu recinto desde aquel día que marchaste a Madrid.   

Si hubiera un alero esperaría un momento más...  

Si existiera la eternidad fabricaría un alero móvil.

Las paredes absorben la despreciable humedad de mis retóricas palabras.

Una mujer al final de este callejón porta su equipaje y toda su dialéctica  figura.

Un gato irritable busca su alimento arrebata un quinto de mi.

Me separo de mi mismo al instante de desaparecer, maniobro instintivamente  al momento de recordarte, ayuno para desconectar la necesidad del dolor.

Me voy diluyendo... vaporosa  llovizna trajo en formato acuarela el olor a canela.

Tu cuerpo ya es una expresión  cubista para una terapia primal.

Las industrias de la negación solo producen calmantes  para disminuir el sufrimiento.

Lo demás ha sido abandonado en el estrecho del dolor.

Un sombra liquida se espanta de mis caprichos.

Al abandonarme dejare de lloviznar y seré una vez mas parte de la medianera.