Eugenio Sánchez

HUASO DE MIS RECUERDOS

Oh Huaso de mis ensueños,  retacito  del Edén;

Huaso lindo, Huaso hermoso, Huaso de mis ilusiones.

Tus creencias y costumbres son el alma  de tus hijos 

que se sienten orgullosos de su glorioso  pasado. 

 

Descendientes de una raza  que  muchos siglos vivieron

y para muestra  dejaron el majestuoso   Huasochugo,

una hermosa  ciudadela que descansa en el silencio

y en las tormentas de marzo se arropa con la neblina. 

 

Huaso, distrito lejano, tu guardián es el Cachachi

que en el corazón esconde sus misteriosos tesoros;

adornado de punaces, tantales y puropuros;

de allí bajan las perdices, las palomas y jilgueros.

 

Oh Huaso pradera verde, verde como la esperanza, 

con tus pircas y tus quengos , con tu molino de piedra

que al trigo   convierte en polvo para el pan de  cada día,

que por las noches los duendes en su cárcamo retozan.

 

Yerbasantas y zarzales que envuelven a los peñascos

son guaridas donde duermen los hurones y zorrillos,

bajo el puente, en la Huaichaca, las truchas hacen piruetas,

y el río trota ruidoso perdiéndose en la hondonada.

 

Agua del río de  Huaso que recorres carcajeando,

agua que calma mi sed, fresca  limpia y milagrosa;

 hija del trueno indomable que nutres las sementeras   

y humedeces a las pampas para poder barbechar.

 

Quiero volver a la fiesta de San Pedrito, en  agosto

para   tomar la chichita y bailar hasta el cansancio

al compás de  caja y flauta o de una banda de músicos

los huaynos que son emblema del  autóctono serrano.

 

Quiero viajar de retorno al tiempo pasado hermoso,

para saltar por las pircas persiguiendo lagartijas,

oír el dulce cantar del zorzal en el alizo,

y al costado del maizal saborear las dulces cañas.

  

Tu tienes tu trovador que te canta con el alma,

deja el arado y la lampa  para tocar la guitarra,

el “Corazoncito de Huaso” que es hijo de tus entrañas,

que enaltece tus costumbres y pregona tu grandeza.

 

 Mi sueño es ver la alborada y embriagarme en el aroma

de aquellas flores silvestres, del  anís de la ladera;

ver al  maíz juguetear  con la ñuña floreciente

y comer las tunas frescas antes que el sol se despierte.

  

Arriero que vas  arreando por la cuesta a tu piara,

saliste de madrugada rumbo al mercado de Huaso,

el dinero de tus papas lo gastaste en  la cantina

y volviste a tu morada con las alforjas vacías.

 

Veo en mi mente las yuntas, los labriegos en las mingas,

en las parvas enlazados, sudorosos los caballos, 

los remolinos de agosto,  y el sabor llega a mis labios

de las cachangas asadas,  las humas y chicharrones.

 

Hoy que estoy lejos, te verso,  con la palabra en el pecho

que brota cual agua clara  de tus riscos encantados.

Huaso lindo y añorado algún día volveré,

antes de cerrar los ojos y antes de mi último  viaje.

 

Eugenio Sánchez Bacilio