JuanP.

Te puse un nombre.

Con agua en tus ojos.
Con la boca muda.
Con la sonrisa perdida,
aún cansada, por esas cosas de la vida...
Te puse un nombre,
te otorgué un lugar entre mis despojos,
te acordé un borde de claridad
en el milagro de nombrarte.
Quité los inhumanos cerrojos
y me decidí a esperarte.
Me sumergí en la posibilidad
en puntas de pié.


En mí, prendida estás como los abrojos
que quedan en la realidad
de tu estar, al desearte.
Solo una vez te equivocaste,
cuando dejaste caer el azúcar de tu palabra
sobre mi corazón, ya sin calma,

creyendo que a solas, no iba a nombrarte,

y cuando creíste, esta tarde

que no iba a amarte.