El campo, ¿enclave bucólico?

La ciudad es tomada enla Literaturacomo un lugar de ritmo trepidante, de antihumanismo en muchas ocasiones, de peligros… Y frente a ello se nos presenta el campo y el entorno rural como aquel enclave donde la gente viene relajadamente, donde todo es paz, donde nunca ocurre nada nuevo, donde hay una agradable convivencia entre los vecinos.

Pero no siempre es así, en muchas ocasiones se ha querido dar otra visión de los pueblos y demostrar que estos también pueden ser lugares misteriosos y agobiantes donde pueden suceder los imprevistos más inusuales, o donde también se viven situaciones muy peculiares.

El cordobés Juan Valera  en el año 1874 publicó una obra que toma como escenario un municipio andaluz: Pepita Jiménez. Libro este que está considerado como uno de los trabajos más importantes dela Literatura española de todos los tiempos.

En él se narra la pasión de un amor: el que sienten la joven viuda que da título a estas páginas y el seminarista Luis Vargas. Ambos se conocen en el pueblo cuando él, antes de ordenarse sacerdote, disfruta de unas pequeñas vacaciones. Pronto comenzarán a tener más trato y a descubrir que sus sentimientos van más allá de la amistad.

El problema de esta relación no radica sólo en la trayectoria profesional que pretende seguir él sino también en que el propio padre de Luis (Pedro de Vargas) pretende también a la viuda.

Un hecho este último que hará que nuestro protagonista decida abandonar el lugar lo que traerá consigo que la joven enferme de amor.

Delibes y el entorno rural

Uno de los autores españoles que más utilizó el campo y el ámbito rural como escenario de sus historias fue, sin duda alguna, el gran Miguel Delibes. Gracias a él conocimos muchas de las situaciones trágicas que tienen lugar en el mismo y de ello es claro ejemplo la obra titulada Los santos inocentes (1982).

En un cortijo extremeño en la década de los años 60 es donde transcurre esta novela que gira entorno a la familia de campesinos formada por Paco, Régula, sus cuatro hijos y el hermano de la esposa que sufre de un retraso mental (Azarías).

Todos ellos viven un duro día a día con poca comida para llevarse a la boca y bajo las órdenes de sus señores que continuamente los humillan y los someten a duros trabajos. Pero una tragedia pesará sobre ambas familias cuando el citado Azarías asesine al hijo de sus jefes tras haber disparado y matado al pájaro de aquel.

Como decíamos, Miguel Delibes es un autor que ha utilizado muchas veces el campo como telón de fondo de su pluma y por ello, además de la citada, existen otras obras que así lo reflejan. Este sería el caso de El camino (1950). En el valle de Iguña, durante la posguerra, es donde transcurre este trabajo donde a través de los ojos de un niño se acerca al lector a la vida tan dura que se tenía en aquel momento en dicho entorno rural.

Zalacaín el aventurero (1909) de Pío Baroja, La Barraca (1898) de Vicente Blasco Ibáñez o Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez son otros de los libros que nos demuestran que el entorno rural, el campo, no es ese rincón bucólico que se nos ha transmitido. Ciertamente puede serlo en ocasiones, pero en otras se descubre que esconde un sinfín de tristezas, de miedos y de terrores tan duros o más que los vividos en la ciudad.



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