Alfonso Grosso

El español Alfonso Grosso Ramos supo alcanzar la gloria literaria y el reconocimiento popular en la década de 1970. La muerte le llegó, sin embargo, después de varios años de luchar contra la depresión y los trastornos mentales.

Alfonso GrossoNacido el 6 de enero de 1928 en Sevilla, Grosso se acercó a la literatura en su adolescencia, cuando comenzó a publicar poemas, cuentos y obras teatrales. En su juventud trabajó como docente y fue empleado estatal, aunque luego decidió dedicar todo su tiempo a la creación literaria.

Militante comunista, en 1961 fue detenido por primera vez cuando se manifestaba a favor de la amnistía del Partido Comunista de España. Luego tuvo que declarar ante los tribunales en otras cuatro oportunidades, siempre por su activismo político, que muchas veces volcó en su obra literaria.

“Germinal”, aparecido en 1956, fue su primer libro y le permitió ganar el Premio Sésamo de Novela Corta. Su carrera continuó con “La zanja”, “Un cielo difícilmente azul”, “Testa de copo” y “El capirote”.

La década del ’70, que inauguró con la novela “Guarnición de silla”, marcó su consagración literaria. Este libro fue reconocido con el Premio de la Crítica. En 1972, “Florido mayo” le valió el Premio Alfaguara, mientras que “Los invitados” lo dejó entre los finalistas del Premio Planeta de Novela en 1978.

Ya en los ’80, Grosso publicó dos trilogías: “Giralda” y “A la izquierda del sol”. En 1987 abandonó la escritura y su vida comenzó a desmoronarse.

Un intento de suicidio hizo que lo internaran en un hospital psiquiátrico de Salamanca. Más tarde también estuvo internado en Sevilla y en Málaga. En 1990, tras un pedido de varios escritores y dirigentes políticos, el Ministerio de Cultura de España le entregó una ayuda económica.

La situación de Alfonso Grosso, de todos modos, no mejoró. A la depresión se le sumó el mal de Alzheimer y finalmente un infarto acabó con su vida el 11 de abril de 1995, cuando ya ni siquiera recordaba que había sido escritor. Al enterarse de su deceso, José Manuel Caballero Bonald lamentó en declaraciones a El Mundo que los últimos años de su colega hayan sido tan “tristes y desventurados”.



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