Antonio Brañas

Poemas de Antonio Brañas

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Antonio Brañas:

Cantares


tú vives en mi mente...


Antes de las estrellas inminentes
Antes del fuego diseminado
Antes de la luz reconstruida
Antes de las voces calladas
Antes de la rosa en la lluvia
Antes de su mano olvidada
Antes de los corazones en la carta de amor
Antes de la tarde inmóvil bajo el árbol
Antes de las cosas que siguen su camino
Antes de la media luna en los fríos corredores
Antes de su pelo ya tiniebla y pasado
Antes de las arenas sumergidas
Antes de los jazmines en el cine rural
Antes de mi voz todavía futuro
Antes de las estatuas de paso vacilante
Antes del jardín donde te escribo
Antes del humo que habitas desolada
Antes de la piedra movida casualmente
Antes de la primavera en el Jardín Botánico
y los aviones densamente lejanos
tú conmigo en la luz de azul enredadera
en el golpe de sangre de mi frente
donde aprendida fábula de viento y encinares
te quedas lentamente

apenas tiernamente arrulladora de ojos brillantes Te deseo


...aunque tal vez el rostro indiferente

Adolescente desnuda


Cuando en las enredaderas
la voz tiembla de miedo
y se pierden los ojos
en busca de una flecha de diamante
obscuro.

O sea una niña
a la orilla del agua
esperando
tener otra vez las manos
(-La voz ligeramente azul)
los pechos sin herida,
limpios de incertidumbre
y prematuros.
Si no me explico bien
diré de nuevo,
que acaso entre los juncos
y las enredaderas,
se encuentre con la luna:
florecida entre ramos de silencio perfecto
y sangre amenazada.

Persona desparecida


Esta tarde Marta Rosa
cierra las puertas a la poesía.
Se tiñe el pelo
y sale en busca de su amor perdido.

Hace mucho tiempo
quiso entrar al cine: vio
que la película era mala
y se fue -indecisa y llorosa-
por la 9a. avendia zona 1
perdidamente sola.

Ahora camina sobre la luz de ayer.
Cerró las puertas a la poesía
y no regresó jamás.

El hijo prodigo


El perro en las gradas del umbral.
La luz solicitándonos veredictos imparciales.
Todavía para recordar el río de un puente a otro.
El cielo recobrándose a sí mismo llave perpetua.

Cuando los ojos son
un rumor de palabras, un árbol caído,
y el día distribuye verdes cantidades,
yo recuerdo el calor de su pie desnudo,
secretamente en medio de compañías insólitas.

Tarjetas conmemorativas de la velocidad terrestre,
vehículos en desuso, símbolos,
una vez la puerta cerrada conduces
rebaños de humedad,
círculos de sonido apagado.

No cambies de postura
no beses la mano confiada al reposo
mira el silencio a través de las vigas
en hollín en la ventana
los utensilios domésticos unidos
al móvil de las estrellas
y la sangre que corre a entregarse
y las rosas dispuestas para festejarme.

Sólo hay
un corredor brillante,
unos pasos dulcemente impacientes,
bienvenido oh viento
sin habitaciones.

Blues


De gris cristalería, plumas
sobre los puentes ferroviarios.
De veloces astillas. Gacela maniatada.
De compromisos frutales y margaritas.
En hélices que narran la fórmula de las estaciones.
Y silencios de ardida superficie.
En terrenos baldíos donde los niños lanzan
increíbles estrellas al corazón de las hojas futuras,
mi propio corazón guardado por infieles llaves,
mi mano derecha consagrada al olvido,
al fuego de este día que pasa sin detenerse
en acuerdos de índole amorosa
ni en las cartas que se escriben esperanzadamente
ni en el rumor de la sangre en un vaso de rosas fugitivo,
y tiñe de vejez el vuelo de tu falda,
cuando en arcos sonoros, tú, la sonriente,
provocas su ademán adusto,
distraes su intención fluvial.

¿Entonces?
Entonces, nada.
Sólo que, la melancolía,
en ventanas firmemente escolares,
giradora en el vacío de los árboles,
sobre el austero césped dominical
sin testimonio,
únicamente en medio de la lluvia
que posiblemente cae con designio sagrado:
cae sobre las manos de mis antepasados inhábiles guitarristas,
dulces adoradores de la piedra tallada.
Sobre sus ojos ausentes,
rota en girasoles, cae
llena de instrumentos sonoros totalmente anegada
de puentes sojuzgados.

Cat nu ganeh


No es la flor abierta.
No son los pasos en las escaleras.

No son los ofrecimientos
ni la tristeza, a ratos, de la tarde.

No son los frutos: provincia de delicia.
Ni las estaciones agrupadas.

No son las calles bajo la lluvia
ni los sueños realizados.

Si lo piensas bien,
acaso recuerdes un germen, un suspiro.
¡Oh tus manos de palidez y añadidura!