Ángel García López

Ángel García López es un escritor español nacido en Rota, en la provincia de Cádiz, en el año 1935. Forma parte del "Grupo Poético del Sesenta" y ha cultivado varios géneros en los que presenta un estilo clásico que respeta la ortodoxia (poesía, ficción y ensayo).
En la obra de García López se encuentran elementos que podrían introducirla dentro de la poesía erótica; sin embargo, García López va más allá, consigue establecer un estilo único y propio, donde el amor y la sensualidad pueden formar parte de la misma cosa y volver sublimes las emociones de los seres que se aman.
En nuestra página podrás encontrar poemas como "Quien puso en ti su mano y "Contigo a las orillas del Atlántico", donde descubrirás a un poeta profundo y con un lirismo absolutamente colorido y sonoro. Ángel García López cumple un papel indispensable en la poesía española de la actualidad y ha sido galardonado en varias ocasiones con importantes premios, como el Nacional de Literatura en 1973 o el Generación del 27 en 1999. En la actualidad continúa trabajando como poeta y regalando hermosos versos para los que disfrutan de una poesía más aferrada a las bases clásicas de este género.

Poemas de Ángel García López

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Ángel García López:

Contigo a las orillas del Atlantico


Amor, contigo sólo y con la ola
en risa nueva y prisa apresurada.
Que tu boca me aloca, desbocada,
con bocados de mar y caracola.

Amor, ¿estoy contigo a solas, o la
luna cambia mi sombra desvelada?
¿O es tu boca la poca, la tasada
punzada que me toca y que me inmola?

¡Oh, cuánto mar, amor, diese, daría,
si beso el vaso, el cántaro suave
de la boca que libo y que me aboco!

Si llego, llaga amante, a la bahía
del claro faro que remonta el ave
tu mucho pico que besando es poco.

Por no hacerle la guerra a la costumbre


Por no hacerle la guerra a la costumbre,
allí, en el probador. Allí tus pechos,
tan blancos, tan franceses, tan derechos,
tan altos como el álamo y la cumbre.

Buscando habitaciones en la lumbre,
sitios para la nieve, tibios lechos,
el mar se hizo cascada en tus estrechos,
ronda de espuma en cárceles de azumbre.

Allí, en el probador, ya desbocados,
luchando con la seda y el encaje,
la lanza de la miel rompió la herida.

Y altivos, sin ceder, soliviantados,
Mont Blanc del probador y su paisaje,
alzan triunfantes su total medida.

Besarte no es amor


Besarte no es amor, es irte oliendo
igual que huele el macho a su collera;
es saberte paloma mensajera
al gavilán las alas abatiendo.

Besarte no es amor, es ir pidiendo
besana donde hundir mi sementera;
es ser igual que el toro en la pradera
huyendo de la hembra y embistiendo.

Igual que el ciervo oculta el baluarte
donde el celo resiste y le reclama,
así mi boca llega hasta tu boca.

Porque besarte entonces, no es besarte.
Es dejar en los labios la proclama
donde la sangre asusta de tan loca.

Tu que tienes tiempo


Tú, que tienes el tiempo sobre la mano y lloras
y piensas de mi vida que un astro es apagado,
me ofreces una carne de sueños y de esporas
y una larga abundancia desde el lecho habitado.

No encuentro otro homenaje más hermoso que verte.
Mirarte es entenderle su inocencia al rocío.
Tu cuerpo es en la tarde como una almena fuerte
donde hacerse una casa protegida del frío.

Abeja de ti misma, libas de ti, frecuentas
el calor que a la noche destinas y desmayas.
Eres como una alcoba donde el aire aposentas,
como una nube joven que enviudase en las playas.

Solo un campo contiene soledad tan desnuda.
Tiembla, frágil, la alondra que en tus pechos anida.
Me miras y te ofreces desconsolada y muda.
Vuelas como una lluvia que creciese dormida.

Oculto anda en tus ojos un olivar furtivo.
Por dentro de tus pechos se muere un gladiolo.
Tus labios se hacen grandes y el sol diminutivo.
Grita un corzo en tu cuello desamparado y solo.

Detrás de tus mejillas un pueblo hace su fiesta.
Tendida eres un lago que su vientre inaugura.
Eres tu misma sombra, destronada y depuesta,
que amanece gigante desde su desventura.

Trasmundo 24 de noviembre


Mirarme hoy es ponerse más triste que una calle
a la que el viento hubiese dejado sin visillos.
Es ser como una alcoba sin camas habitables,
como un tejado roto que asustara los nidos.

Me miras y te afliges y quieres acercarle
la memoria a mis ojos de nuestro tiempo vivo.
Hoy tengo la esperanza color de algunos árboles,
de aquellos que en otoño se mueren de amarillo.

No sé dónde ponerme los huesos en la carne,
cómo esconderle al pecho su largo pasadizo.
Mirarme hoy es ponerse más triste que una clase
sin tiza y sin pupitres, donde no hubiese niños.

Confieso que te quiero más que nunca esta tarde,
hoy que tiemblas de miedo junto a mi maleficio.
Tus ojos se me entregan com el rostro de un parque
donde, nuevos, los sauces emigraran de sitio.

Me miras y sostienes un pájaro en el aire,
el cielo respirable que me ha sido prohibido.
Tus manos me consuelan con su fruta abundante,
van sanándome dentro más despacio que un siglo.

Miras como ofreciendo tus ojos inyctables,
tus ojos enfermeros frescos como un racimo.
Mirarme hoy es ponerse más triste que un paisaje
donde nunca las ramas despertaran de mirlos.

Y yo, porque te amo, me oculto en este traje
de sábanas que lavan su muerte los domingos.
Me asomo a tus dos ojos como a dos ventanales.
Confieso que te quiero como nadie me quiso.

Porque tú, que me miras, ya no encuentras a nadie.
Nadie que me conozca puede decir que existo.
Acuden a mis ojos tus ojos a llorarme.
Llegas a despedirte. Te has mentido, amor mío.

La mancha de carmin


Por ser tu boca tanta, tan segura,
y abril tan loco y poco recatado,
yo llegué hasta tu labio desbocado
en busca de tu boca y su aventura.

Y te probé la miel, y su dulzura
dejó mi labio rojo tan manchado,
que mi pañuelo luce hoy un bordado
envidia de la aguja y la costura.

Por ser tu boca tanta y tan esquiva,
se bordó tu inicial en mi pañuelo
con "B" de beso y letras en cursiva.

Y ahora es como un pájaro. Su vuelo
lleva una mancha roja en carne viva
subiendo hacia los aires, hacia el cielo.

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