Alberto Ángel Montoya

Alberto Ángel Montoya fue un excéntrico poeta colombiano, nacido el 29 de marzo de 1902 y fallecido el 20 de noviembre de 1970. Descendiente de una familia adinerada, llevó una vida de lujos y vicios, brillo que acabaría por enceguecerlo literalmente. Además del vino y la galantería, fue un apasionado de los deportes, siendo su favorito el polo. Su aparente amor por los caballos se pone en duda al analizar una anécdota en la que el escritor retrata a su equino más preciado, para luego asesinarlo y forrar con su piel el sillón en que quedaría postrado una vez perdiera la vista. Pasó las últimas décadas de su vida aislado, avergonzado de su apariencia.
Este poeta galán ha siempre reflejado la amargura de la soledad en sus versos, y esto se acentuó con su ceguera. Su maestría para describir los sentimientos quedó plasmada en "La voz apenas", dedicado a su esposa, a quien conoció por teléfono. En la antología "Lección de Poesía", reunió cuatro de sus libros como regalo para su hijo, a quien le recordó con ironía la importancia del don del habla y la escritura correctas. De su producción narrativa, destaca la obra "El Hombre que se adelantó a sus Fantasmas y otras prosas".

Poemas de Alberto Ángel Montoya

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Alberto Ángel Montoya:

El beso


Un pebetero erótica fragancia
de ámbar y nardo en el salón deslíe,
al par que en bronce un sátiro sonríe
impregnando de mal toda la estancia.
Verde malva es el traje, y tu elegancia,
porque a su encanto mi pasión confíe,
mientras las copas un efebo escancia,
perversamente en el diván se engríe.
Súbito el vino tu fervor desmaya
en un rictus de amor. Mi mano ensaya
buscar el seno repulido y breve.
Y cuando tú revives de la ignota
languidez pasional, mancha una gota
de sangre tibia tu mentón de nieve.

Cita


Cómo era de hermoso el albo cuello
al quitarte la marta cibelina.
Cómo era la espalda de divina.
Cómo el hombro en su albor era de bello.
Emuló con sus uñas el destello
del diamante nupcial tu mano fina,
y cayó con la marta cibelina
tu pudor a mis manos desde el cuello.
Te cercaban batistas y pecados
y a un tiempo con tu veste descendía
mi caricia inicial por tus collados.
La tarde aún en tu diamante ardía,
pero al vagar por tus oscuros prados
la noche negra comenzó en tu umbría.

Las copas


Para buscar el alma de los vinos
no me basta mi cáliz cincelado.
Quiero altas copas de cristal tallado
que imiten largos cuerpos femeninos.
Copas en cuyos bordes cristalinos
el vino fuera un beso prolongado,
ya que en todas las bocas que he besado
los besos fueron capitosos vinos.
Unas en cuya euritmia transparente,
nuestros ávidos ojos evocaran
giros de amor en cuerpos de serpiente.
Otras castas cual núbiles doncellas,
y tan frágiles, ay, que se quebraran
en nuestras manos al beber en ellas.

Vuelo al corazon


Vuelo del corazón que se ha abatido
de tan alto volar sobre tu seno.
Vuelo del corazón que en campo ajeno
cayó ayer al azar de lo perdido.

Unos ojos de cielo descendido,
y un seno en nube hacia ese azul, y lleno
de aquel mirar el seno, y sobre el seno
el amor en dos nubes repartido.

Nada más fue este amor. Mi campo cierra
hoy un límite exacto, y el desvelo
de un otro amor por mis dominios yerra.

Nada más fue este amor que el sólo vuelo
de haber soñado que la oscura tierra
pudiera ser la nube y ser el cielo.

Femina


Con una ambigüedad de ave y de fiera,
leopardesa y paloma en tu destino,
al selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera.

Mas, ay, que tras la plácida quimera,
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera.

Con cuánta candidez de virgen muda
por la sorpresa, en tu callar se advierte
frágil pudor que la inocencia escuda,

sabiendo que otra vez, lúbrica y fuerte,
volverás a gemir toda desnuda
aún en los brazos del Ángel de la muerte.

Volvio algun dia mi pasion errante


Volvió algún día mi pasión errante
a tu ardua playa que llamé yo mía.
Marino sólo en su melancolía,
viré hacia ti la ruta y el instante.

Volví a ganarte, oh isla, al expectante
litoral de tu flanco y su armonía.
Mar al cielo y al cielo la osadía
del vuelo al mar....Y el litoral delante.

Ojos y sexo por ganar la gloria
de tu cuerpo insular. Era la guerra
del placer y el dolor por su victoria.

Y en los ojos y el sexo --cielo y tierra--
perdí tu amor pero gané tu historia:
oh Gladys B***, tu cuerpo fue Inglaterra.